4.- Afirme su propio valer.
Normalmente una crisis socava la autoestima, lo cual, a su vez, dificulta aún más la superación de la crisis misma. En estudios hechos por expertos se aprecia que quienes aprecian su propio valer, estaban menos propensos a sentirse impotentes, y también más predispuestos a influir en los acontecimientos - y a explorar sus opciones – al enfrentarse a la adversidad.
Consideremos el caso de Paúl, excelente reportero de un diario de una gran ciudad. Llegó a Estados Unidos como refugiado, a los seis años de edad. Sus primeras experiencias como escolar que no hablaba inglés fueron dolorosas. Advirtió que reñía con sus condiscípulos ó huía de sus burlas, y adquirió lo que él llama una “mentalidad de refugiado”. Esta se manifestaba en actitudes tan comunes como “No agites las aguas”, “Agradece que estás aquí”, “No te toca a ti”, etcétera.
Un día de 1967 obtuvo trabajo en un campamento de verano…y ese fue su momento decisivo. “El puesto más prestigioso del campamento era el del director de los muelles…y me lo ofrecieron a mí, porque tenía las aptitudes requeridas”, nos contó Paúl. “Como de costumbre, en mi mente oí esa voz que me recordaba: No te toca ganar. No estas en el mejor equipo.
Inesperadamente, sin embargo, como si una luz se encendiera de pronto, todo quedó en su lugar. Aquel algún día era entonces. Esa era mi oportunidad así que acepté.
Paúl no sabe a ciencia cierta porque sintió esa súbita inspiración; pero aquel momento transformó su vida y lo liberó “para ser yo mismo y darme a valer en aquel que ya era mi mundo”.
No solemos adoptar automáticamente las buenas ideas en nuestra vida. En realidad, crecemos porque decidimos crecer porque respondemos positivamente a lo que nos ocurre.
Tres investigadores estudiaron a 22 personas que habían ganado 50 000 dólares ó más en una lotería pública, siete habían ganado un millón de dólares por cabeza. Los investigadores pidieron a los ganadores que se autocalificaran en cuanto a la felicidad que sentían en esa etapa de su vida, la dicha que esperaban sentir dos años después, y el placer que les brindaban siete vivencias: charlar con un amigo, ver televisión, desayunarse, oír un chiste, recibir un cumplido, leer una revista, y comprar ropa nueva. Además los investigadores hicieron las mismas preguntas a un grupo de personas que residían en las mismas zonas que los afortunados, pero que no habían ganado la lotería.
Los agraciados con la lotería no resultaron más felices que los que no habían sacado premio; tampoco esperaban una dicha mayor en el futuro. Por otra parte, obtenían menos placer con las siete vivencias mencionadas que los ganadores. Aunque vivieron un momento de gran júbilo con el premio, habían perdido, al parecer, algo de su capacidad para disfrutar de placeres comunes y corrientes. Más aún: dejaron de convertir ese momento decisivo - Ganar lotería – en una oportunidad de crecimiento y maduración.
No es necesario sacarse la lotería para ser un ganador. Lo único que hace falta es reconocer el valor trascendental que tiene en nuestra vida un momento crucial… ¡y actuar en consecuencia!
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Consideremos el caso de Paúl, excelente reportero de un diario de una gran ciudad. Llegó a Estados Unidos como refugiado, a los seis años de edad. Sus primeras experiencias como escolar que no hablaba inglés fueron dolorosas. Advirtió que reñía con sus condiscípulos ó huía de sus burlas, y adquirió lo que él llama una “mentalidad de refugiado”. Esta se manifestaba en actitudes tan comunes como “No agites las aguas”, “Agradece que estás aquí”, “No te toca a ti”, etcétera.
Un día de 1967 obtuvo trabajo en un campamento de verano…y ese fue su momento decisivo. “El puesto más prestigioso del campamento era el del director de los muelles…y me lo ofrecieron a mí, porque tenía las aptitudes requeridas”, nos contó Paúl. “Como de costumbre, en mi mente oí esa voz que me recordaba: No te toca ganar. No estas en el mejor equipo.
Inesperadamente, sin embargo, como si una luz se encendiera de pronto, todo quedó en su lugar. Aquel algún día era entonces. Esa era mi oportunidad así que acepté.
Paúl no sabe a ciencia cierta porque sintió esa súbita inspiración; pero aquel momento transformó su vida y lo liberó “para ser yo mismo y darme a valer en aquel que ya era mi mundo”.
No solemos adoptar automáticamente las buenas ideas en nuestra vida. En realidad, crecemos porque decidimos crecer porque respondemos positivamente a lo que nos ocurre.
Tres investigadores estudiaron a 22 personas que habían ganado 50 000 dólares ó más en una lotería pública, siete habían ganado un millón de dólares por cabeza. Los investigadores pidieron a los ganadores que se autocalificaran en cuanto a la felicidad que sentían en esa etapa de su vida, la dicha que esperaban sentir dos años después, y el placer que les brindaban siete vivencias: charlar con un amigo, ver televisión, desayunarse, oír un chiste, recibir un cumplido, leer una revista, y comprar ropa nueva. Además los investigadores hicieron las mismas preguntas a un grupo de personas que residían en las mismas zonas que los afortunados, pero que no habían ganado la lotería.
Los agraciados con la lotería no resultaron más felices que los que no habían sacado premio; tampoco esperaban una dicha mayor en el futuro. Por otra parte, obtenían menos placer con las siete vivencias mencionadas que los ganadores. Aunque vivieron un momento de gran júbilo con el premio, habían perdido, al parecer, algo de su capacidad para disfrutar de placeres comunes y corrientes. Más aún: dejaron de convertir ese momento decisivo - Ganar lotería – en una oportunidad de crecimiento y maduración.
No es necesario sacarse la lotería para ser un ganador. Lo único que hace falta es reconocer el valor trascendental que tiene en nuestra vida un momento crucial… ¡y actuar en consecuencia!
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