lunes, 27 de julio de 2009

cuando el ingenio dá en el clavo y llega el exito. (Continuación....)

Por: Rogelio

Silver confiaba en encontrar a alguien con un problema al cual aplicar la solución descubierta por él hacía ya cinco años. Esa persona resultó ser Arthur Fry, ingeniero químico, miembro también del coro parroquial del que Silver formaba parte y mecánico en sus ratos de ocio.

Cierto día, en 1974, mientras cantaba en el coro, tuve una visión creativa, cuenta Fry. Las tiras de papel que usaba para señalar determinado punto de su himnario se deslizaban inevitablemente al suelo ó desaparecían entre las páginas del libro. Y Fry pensó: ojala tuviera algún pegamento con que fijar en el libro mis señales.

Lo que ni Silver ni sus colegas de la 3M habían discurrido en cinco años, Fry lo esclareció en un instante. La elemental aplicación que podía darse al adhesivo de Silver era entre papel y papel. Así pues, cogió la estafeta de las fatigadas manos de Silver y la llevó consigo, salvando una serie de obstáculos desalentadores. Los ingenieros mecánicos opinaron que no era posible aplicar uniformemente al papel aquella sustancia adhesiva. Fry insistió en que sí, y por cuenta propia armó en su taller doméstico una maquinita con la que demostró el hecho.
En los siguientes dos años, la 3M fabricó prototipos de bloc adhesivo en cantidad más que suficiente para satisfacer las necesidades internas de la empresa. Los empleados acogieron el producto con entusiasmo, pero no se logró impresionar suficientemente a los directivos del departamento de ventas. Los sondeos efectuados por ultimo indicaban que la idea en si no tenía mayor futuro. Por su parte, Geoff Nicholson, el superior de Fry, estaba convencido de que la hojitas de colores eran cosa que había que usar para llegar a apreciarlas.

Nicholsón no tenía autoridad suficiente para promover los blocs fuera de la compañía, pero puso manos a la obra. Una vez que persuadió a su jefe, Joseph Ramey, vicepresidente de una de las divisiones de la empresa, de que lo acompañara, se trasladó a Richmond, una de las ciudades seleccionadas para las pruebas. Ambos recorrieron de arriba abajo la zona comercial de Richmond, presentándose en todas las oficinas sugiriendo: “Vamos, pongan esto a prueba”. Ramey había secundado a Nicholson por mera simpatía y no porque creyera en el ÉXITO comercial de los blocs adhesivos. La positiva reacción de quienes lo habían recibido, sin embargo, representó para él una comprobación más que suficiente. (Continuará….)



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